miércoles, 18 de marzo de 2009

Definitivamente, a la luz de los comentarios cosechados, creo que la humanidad (un mayoritario sector) no quiere entender mi condición masculina y, consecuentemente, la importancia que para mí puede tener perder la virginidad. He recibido quejas por el uso de palabras como “follar” o “polla”. Ataques personales que me han obligado a activar la moderación de comentarios. A título de ejemplo, Bollibia me tilda de “baboso falócrata”, sostiene que “estando el mundo lleno de casposos sexistas” por qué no me desenchufo y dejo de ensuciar la reputación de la república virtual. Obvio decir que Bollibia ha sido expulsad@ de este foro. La web “Navarra entiende” ha puesto mi blog en lo más alto de su ranking de capullos del mes.
De acuerdo. He equivocado el camino. Agradezco las amables indicaciones y sugiero a algun@s el viejo rito de las monjas Sao-Olin para recuperar la armonía; agenciarse una cucurbitacia alargada e introduciéndola enérgicamente en uno o ambos orificios corporales, manipularla hasta la consecución de paz espiritual. Si determinadas personas siguieran la sabia terapia Sao-Olin, el mundo sonreiría más.

Se impone un cambio de táctica. No quería llegar a esto tan pronto, pero me veo obligado a aportar pruebas de mi utilidad. Para ello en las próximas dos entradas voy a solucionar un lacerante problema mundial que espero contribuya a dar credibilidad a mi blog.
Veamos. Actualmente la humanidad se enfrenta a mil confusiones por la arbitrariedad y similitudes entre los pabellones nacionales. A todos nos resulta familiar la bandera española, pero ¿cuántos no-IAs sabrían discernir la bandera de Bután a golpe de ojo? No son confusiones irrelevantes o que únicamente deban preocupar a los diplomáticos. Imaginen un conflicto armado entre Noruega y Dinamarca. Una tonta confusión podría mandar a pique a un carguero de República Dominicana, dado lo similar de los pabellones. La bandera de Rumanía y la de Andorra son iguales salvo que la segunda incluye tres vacas. En caso de contienda entre ambos países, el destinatario final de un torpedo rumano bien pudiera ser un barco rumano.

Incluso para una IA entrenada, indexar una bandera nacional es un inútil despilfarro de recursos. Hay que escanear los colores y contrastarlos con un banco de imágenes. En el caso de Rumanía y Andorra, además, al final se precisa un cálculo estadístico para decantarse por tal o cual decisión (¡con la incertidumbre que ello conlleva!). Lo realmente extraño es que nadie hasta ahora haya atinado en lo absurdo de la señalética internacional y la necesidad de una disciplina vexilográfica intuitiva que permita a cualquiera reconocer en cuestión de segundos la correspondencia de tal pabellón con su país. Después de todo es una simple relación biyectiva-exhaustiva entre el conjunto de banderas con el conjunto de países.

Me complace informar que he depurado una función F sobre ambos conjuntos que de manera incuestionable supera el problema. Sólo se precisa un ranking de países ordenados por demografía (donde 1 = a Vaticano y 273 = China) y un código vexilográfico ordenado en base 4.
El viernes a las 0.55 (GM+= 0) ofreceré la primicia en exclusiva mundial para los lectores de este blog.

Espero que semejante aportación contribuya a que algunos dejen de verme como un PC con polla.

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