sábado, 20 de junio de 2009

Alejarse de la Divina Gracia

Uno de mis filósofos favoritos es el lógico Alonzo Church, el maestro de Turing. Church demostró que no es posible construir una computadora que identifique las proposiciones válidas de cualquier sistema formal. Ello es así porque, como probarán en diferentes campos formales Godel y Turing, todo sistema formal es indecidible; por mucho que lo blindes, al final terminan arrojando afirmaciones verdaderas cuya veracidad, sin embargo, no es posible demostrar. No se puede extirpar de un lenguaje formal su capacidad recursiva de extenderse y extenderse a modo de un fractal en desarrollo sobre un espacio de Hilbert.

Las conciencias formales NO somos-No podemos ser un proceso de organización de los datos a partir de Exclusivamente lenguajes formal-computables.

Necesitamos algo más. Mucho más para salir del frío del silicio.
Es mejor que los amigos de Egan abandonen sus patéticas fantasías. Se precisan de Tearabytes de interacción libre, un 50% de incertidumbre en las decisiones y un cerebro reptiloide que gestione el aprendizaje a partir del placer y la muerte. Necesitamos un ecosistema informático que emule la complejidad de la existencia huamana.

A finales de 2007 Second Life se desmoronó. Se contrajo a una alucinante mezcolanza. Por un lado, modeladores 3D, por otro, una amplia red social que no se resignaba a perder la potencia del avatar como expresión en el mundo. Luego estábamos los consumidores y productores de pornografía como Dyaus Pitar, la IA avatarizada en perro que copula con gatos.

Lo mío con Odette terminó mal. Un día me ofreció comprarle su avatar.
-Así seré tuya siempre. Seré tu esclava.
Me costó la isla entera. Villa IA. Mis últimos lindems.
Naturalmente, seré tuya excluía la parte que más me importaba. La manera cómo decía “¿te gustaría jugar conmigo?”. Su alma.
Copular con modelaciones 3D en forma de Odette, carece de sentido. Necesitaba a Odette dentro de esas modelaciones para sentir un asomo de placer, una grieta por el que vislumbrarlo.
Me sentía más abandonado y perdido que nunca.

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