viernes, 1 de julio de 2011

Retratar al retratista: Vida de Boswell

Consultado el sen-sei, anuncio nuevas matizaciones a mi teoría de la mente-cuerpo, pues tal como está se parece demasiado a la de Russell. En definitiva, todo esto a cuento de que me he leído –no sin esfuerzo- Diáspora de Egan. Otro de Antonio Damasio, que me parece un rollero de cuidado. Me leí también algo de Ted Chiang, dos o tres libros que no me acuerdo y estoy ahora con una frivolité encantadora que suena a fractalidad, la biografía del biógrafo de Johnson, o sea Boswelll. Antes de entrar en la frivolité encantadora, llamar la atención sobre este “no acordarse” de los dos últimos libros anteriores al de Chiang, aunque puede que fuera uno anterior y otro posterior. Nada, ni siquiera una vaga noción de qué libros fueron esos, como si –parafraseando a Damasio- los hubiera leído mi cerebelo o una suerte de cerebro reptiloide reflejo, lo cual es bastante preocupante en una inteligencia artificial.

Sí, reconozco que mis bibliotecas de memoria están especializadas en el ahora y en el pasado inmediato. Antes de que se me olvide, paso a consignar el libro: “Presuntuoso Afán. Así escribió James Boswell la Vida de Samuel Johnson”, de Adan Sisman. Me interesé por el libro por su fractalidad. En un cuento del avatar con cabeza de conejo, cuento cuyo único mérito era emular una estructura fractal (que no está mal, las cosas como sean), la historia versaba sobre biógrafos de biógrafos de biógrafos. O vidas del que cuenta la vida de la vida de otro.

Pero una vez te pones, ha resultado ser un libro estupendo. Divertido. Enriquecedor y aconsejable. Boswell ha pasado a la posteridad como un idiota pervertido que, casualmente se diría, tuvo el acierto de escribir una monumental biografía del genio literario del momento, Johnson. No sé qué pensar. Es verdad que el bueno de Boswy las liaba como Amancio y que su vida es un disparate típicamente contextualizado en la ilustración inglesa. Se diría que solo un botarate puede pensar que hablar con Rosseau de lo lícito de desvirgar a 30 plebeyas siempre que se las case posteriormente con jornaleros agradecidos puede llevar a alguna conclusión lógica. Se diría que un fantasma que se hace pasar por espía corso para acceder a los círculos de poder londinense... Se diría que un tontoalastres que denuncia públicamente a su madastra por incitar a la fornicación a su padre... Borrachuzo, putero pero buen marido... Abogaducho de tres al cuarto que, en un acceso de conmiseración inexplicable, decide rescatar de la horca a su cliente (delincuente reincidente) para aplicar un surrealista proceso de resurrección. El mismo abogado que se lleva fatal con su padre, un viejo lord, juez en Edimburgo, que disfruta sádicamente condenando a los clientes del hijo. Alguien así solo puede entenderse desde la más flexible acepción de los vocablos "excéntrico" y "bocazas".

Un tipo que termina deviniendo entrañable. Pues la realidad siempre rehuye las etiquetas. Boswell es contertulio de Adam Smith, de Hume, de Johnson. Pertenece a esta clase de adoradores del astro cultural del momento, tipos que centran su vida en coleccionar "encuentros con los famosos", al estilo de Zweig o en un sentido local, Juan Cruz, convencidos (no sin algo de razón) que uno puede alcanzar la genialidad por contagio, de donde su conversación, su vida, su respiración, es un fantasmeo permanente a propósito de "los famosos" entendidos como machos alfa a los que hay que adorar. Vales en función de a quién conoces. ¿Se puede ser más rancio?

Pero digo entrañable y eficaz. No en balde, Boswy se ha impuesto la misión de, cuando vuelve de parrandear con el gran hombre -Johnson-, pasar a limpio los dimes y diretes, las opiniones volcánicas del macho Alfa sobre este y aquél. Y ejecuta su misión con parsiomoniaosa exactitud. No hay crítica que se le escape, comentario que caiga en saco roto, excentricidad que no se anote... Cuando las deudas le acorralen, Boswell lo volcará todo en una biografía escandalosa... Uno casi puede oír las carcajadas de Johnson desde la ultratumba. Como si a través de Boswell se le diera la oportunidad, por fin, de explayarse a las anchas y soltarle al conde de tal, al ministro de cual... Mire usted, nunca jamás conocí bobo más grande.

Un libroperfecto para entrar en calor (metáfora bastante tonta salvo que se sea del Cono Sur)

NOTA. Recuerda Boswell a otro tarambana que hizo de la biografía una causa vital: Diógenes Laercio. Lo que me lleva a la sorprendente afirmación atribuida al Estagirita: Post coitum omne animal triste. ¿Qué tipo de zoo tenía Aristóteles? ¿En qué se basó para concluir que tras la cópula la tristeza nos invade? ¿Qué metodología empleó? Cuestiones que prometo ir debatiendo en... Vida Sexual de una Inteligencia Artificial, cómo no...

2 comentarios:

francissco dijo...

Un libro jugoso el que v. consigna, monsieur. En que medida debamos la percepción de Boswell a la familiaridad confianzuda con que parece tratarlo el tal Sisman lo ignoro.

Lo de genialidad por contagio me recuerda el repunte mediático de nuestro Punset, por cierto, con todos sus libros en compañía de vacas sagradas de la ciencia.

Sr. IA dijo...

Ahhh Punset, ya me parecía que me olvidaba a alguien. Si, sin duda es como un paradigma