jueves, 29 de diciembre de 2011

Emotivo Discurso de Kim Kong Un en el funeral de Kim Jung Il


Por su importancia histórica, Vida Sexual de la IA reproduce en traducción directa del coreano el obituario final de Kim Jong Il, a cargo de su hijo y predecesor al frente de la secretaria del Partido de los Trabajadores de la República Popular de Corea, Kim Jong, en el emotivo funeral del primero, habido hoy ante 1,5 millones de consternados camaradas formados ante el palacio Popular de Pyongyang.


…Qué duda cabe que nunca olvidaremos al Querido Líder, nuestro amado secretario general del Partido de los Trabajadores Coreanos, el Gran Dirigente, fallecido de un ataque de cansancio mientras fabricaba interruptores de plástico en nuestra nueva planta de componentes electrónicos en  Kia Kon He… Así era él, incansable, incapaz de desperdiciar ni un segundo de su tiempo ni siquiera para sus necesidades corporales… Cuando no fabricaba interruptores, estaba en la descascarilladora de arroz dale que te pego de 5 de la mañana a las 5 de la tarde, y luego aún le daba tiempo de irse a la fábrica de aceitunas rellenas a hacer los agujeros al torno, que luego decía que no quedaban bien… Qué tío más grande el Querido Líder… Venga  va… Hip Hip Hurrra…

[Ensordecedor ¡Hurra! de la masa]
Venga otra vez… ¡Hurra!
[Abrumador. La onda expansiva mata dos niños]

Bueno, que os decía que era un tío grande. Namás os digo que era verle a él y a todo el mundo capitalista se le ponían los huevos de gato, pequeños y pegaos al culo… Al Obama, al Zapatero, a to Cristo… A que os mando un pepinazo a Osaka y me la chupáis por tiempos… ¿Eh?.. Les decía, todo vacilón, mientras jugueteaba con el llavero en el que llevaba el botón de ya sabéis… Hala, me descojono… Venga, descojonaros conmigo… JAJAJA…

[Estruendosa risotada, el palacio del pueblo de Pyongyang se tambalea de una raja en el muro. Azorado, Kim Jong Un se aferra a la barandilla.]

Venga va, callaros so capullos…  Os digo que no lo olvidaremos. Aún tenemos vivas en nuestras retinas sus lágrimas de emoción cuando le dimos, en 1973, el premio “Kim Il Sung” al trabajador del año… No sabéis la ilusión que le hacía ese premio… Bueno, sí que os sonará porque ese día autorizó ración doble de comida para todos y se hizo la vista gorda para los que mordisqueaban el jabón llegados al postre…Bueno, pues después de arreglar unos asuntillos, el politburó me ha dicho que me encargué yo. Así que desde ya soy el Líder Supremo. Y ya me encargo… Aunque a mí me va menos la laca y más la brillantina … Me descojono… Venga, descojonaros, no… Quietos…
Bueno, pues lo que os digo, que para celebrarlo, no ración doble porque el horno no está para bollos, pero el ministro de economía me ha dicho que podemos hacer un extra y nada, por un día, tenéis permiso para ir a buscar pajaritos (que fritos están que te mueres de buenos)… Pero cojones, no corráis… Fusilarme a esos, haced el favor…
[Se escuchan tres detonaciones]
Joder, me cagonlaputa, esperaros un poco joder… Que solo llevamos cinco horas y medio y vale que hace un gil de cojones, pero coño, no todos los putos días la palma el líder este… Eso, quietos parados… Venga, también tenéis permiso para chupar la pastilla de jabón… pero no os la comáis toda, ¿eh?... He dicho chupar un poco… Y luego fiesta... Tol día libre... Hala, no se diga...

Asimismo, he dado un mandado para que distribuyan en todas las casas Ínsula Avataria, novela coescrita por Luis Besa y el Querido Líder… No sé de qué va, pero me han dicho que está putamadre… Como será que Ken Follet ha dicho que es mejor Ínsula Avataria que todas sus novelas juntas, y que él a su lado es una mierda pinchada en un palo… No digo más… Pues nada, a seguir con bien, todos currelando, oído al parche… Izquierda, derecha… Arre pacasa…Y no os paséis con los pajaritos, que luego se me ponéis tripudos... y...

martes, 27 de diciembre de 2011

No funcionará (relato navideño)

Enlatados. Recuperación navideña de cuando este blog era un sitio con elegancia, clase, buen gusto, todavía no mediatizado por la prostitución comercial y el éxito mediático...

Hace tres años que no nos reunimos por Navidad. En parte, fue por la que se montó la última vez con lo del “amigo invisible”; alguien se equivocó y me quedé sin regalo mientras que mi cuñada antillana (Larilys, de Camagüey) se llevaba el GPS y una Jeta de última generación. A mi mujer le endosaron un pseudo Lladró que ella juraba haber visto en la casa de la playa de mi hermana mayor, la rica, un verano que nos invitaron.

Tras un año de guerra fría, mamá inició una compleja operación multibanda entre los cuatro hermanos y otros tantos cuñados. Las negociaciones para volvernos a reunir se dilataron varios meses, pero al final quedamos en reunirnos donde los viejos por Nochebuena. Esta vez sin amigo invisible; mi hermana la de la Junta traería las bebidas, yo el cordero, el pequeño un jamón y mi hermana mayor –muy sibarita- cotizaba el marisco. Todo iba bien hasta que a mamá, que le gusta mucho disfrazar a los nietos, le dio por organizar un belén viviente con los peques, dos por familia.

La verdad es que quizá no debí reaccionar como lo hice cuando conocí los detalles del casting. Nada que objetar a que Andreita, con dos meses, hiciera de niño Jesús, tampoco a que la mayor de mi hermano se disfrazara de angelito; sin problemas con que mi hijo y Samu fueran de pastores, ni tampoco con lo que los dos sobrinos mayores representaran al asno y la mula (aunque barrunté problemas con su madre, mi hermana sibarita). El lío se montó con mi hija Leonor y mi sobrina Zulemita. Me tocó los cojones que a mi hija la endosaran de San José y a Zulemita, el ojito derecho de mi padre y que, al parecer, ha heredado la “gracia tropical” de mi cuñada cubana, de Virgen María.

Una mierda, les dije. Mi hija no se iba calzar la barba de hippy, que por una vez se jodiera Zulemita y cediera protagonismo a mi hija, que a ver si por ser 100% del país va a ser menos que nadie. A mi hermano aquello le supo a cuerno quemado, pero quedó en hablarlo con Larilys. Y sí que debió hablarlo porque al día siguiente, mi madre, llorando, me dijo que Larilys no venía a la cena, mi hermano dormía en la oficina y la pelotera pintaba pero que mala. Durante unos segundos me ablandé y estuve a un tris de ceder pero, en esto, a mi madre no se le ocurre otra que decir que, después de todo, “Leonor, como está más fuerte, queda bien de San José”.
“Mamá –repliqué muy serio- ¿qué quieres decir con que mi hija está más fuerte? Lo que pasa es que la tenéis envidia porque es la más alta de su clase y no una canija retrasada como…” (no terminé la frase).
“No te pongas así”
“¿Qué no me ponga cómo?... Mamá, voy a colgar…”

Esa noche se lo comenté a mi mujer, que me alabó la decisión: “Tenemos que defender lo nuestro, ya está bien de aguantárselo todo a tu cuñada cubana… Además siempre va hecha un putón”. No obstante, dos días después –se conoce que alguien le pasó recado- mi mujer abogó por una solución intermedia, dos Vírgenes Marías y a tomar viento con San José. “Vale –dije- pero el traje de Leonor lo elijo yo, que ya sé cómo van estas cosas.”

No contábamos con la mayor, que es muy de misa. A 24 horas de la cena va y se entera de la movida y con un gran disgusto me llama al móvil. “Vale que yo pongo el marisco y otros traen congelados, vale que lo montó todo para que mamá no se pegue la gran paliza y que mis hijos hagan de burro en el puto Belén… Pero esto de dos vírgenes marías como que no… Hasta ahí podríamos llegar… Un Belén de boyeras para que los sociatas de la familia estéis contentos… Sí hombre, y qué más…”

Conozco a mi hermana y sé que cuándo le tocan la cosa política, salta…

En un intento a la desesperada mi hermano y la otra hermana, la que trabaja en la Junta quedaron en echarlo a suertes. Samu de virgen María, mi hija de San José (hay que joderse, sí, pero mira por donde a Zulemita le ha tocado de mula), a los mayores, uno de ángel y otro de pastor, en tanto, Andreita, el bebé, de pastor y a mi hijo de once años de Niño Jesús.
Hemos quedado que se monta el teatro, se saca una foto y ni comentario. El niño que se queje sin juguetes. Ahora, Larilys va llorando y malmetiendo con las tías diciendo que por mi culpa Zulemita hará de burro. Mi hermana amaga con lo del marisco e insiste en que mi cordero huele; harta, mi mujer amaga con gastarse 40 euros en chuletas congeladas del Eroski y a tomar por culo. No sé yo… No pinta bien, nada bien.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Aguinaldo

Enlatados. Vida Sexual de la IA en piloto automático...

Para que no lo pasen mal

Esta inteligencia artificial

Les desea felicidad

paz, amor y prosperidad.

Placas de silicio

y líbrense del vicio.


Donativos: Transfer, cuenta habitual. Agradecido.


Nota. A su mayor gloria, el Sr. Besa acaba de comunicarnos la renovación de su web (ya era hora). Les dejo el enlace. Es un diseño muy como el mismo, feismo after-punk, pero para gustos...




Y otro villancico. He optado por meter el enlace link en la foto en lugar del directo, porque el vídeo bueno esta deshabilitado y esto merece la pena verse en calidad. La batería es lo mejor que le ha pasado al rock desde The Who, que gracia y salero. Billy Mack.


sábado, 17 de diciembre de 2011

You Only Live Twice


Rodolfo Martínez es uno de los mejores novelistas de este país. Tampoco es tan difícil serlo, porque los escritores de este país son malos como el veneno, simples como una pinza de madera y, en general, originales como el que le prepara los discursos al Rey. Para ilustrarlo, nada mejor que recordar como empiezan el 50% de las presentaciones de libros. “No he pretendido ser original, porque esto en literatura es imposible, pero…”

La IA ruega a a los escritores con pretensiones de “no-originalidad” que al menos no lo digan. Ya es triste ser más mediocre que la moda estandarizada como para encima andar por el mundo con la manifiesta intención de repetir lo que otros ya han dicho.

Bueno, no es el caso de Rodolfo Martínez, novelista de oficio y, lo que es más importante, rompedor y original. En 2009, tras escribir una serie de novelas inspiradas en el mundo de Sherlock Holmes (y qué a esta IA no le han interesado lo suficiente como para empezar su lectura) escribió otra serie ambientada en un mundo realmente especial. Estoy hablando de El Adepto de la Reina y la segunda entrega de la saga, El Jardín de la Memoria. Novelas en las cuales se desarrolla uno de los universos literarios más sugestivos de la ciencia ficción actual.

El adepto empírico Yáxtor Brandan tiene un don. Su cuerpo genera mensajeros en cantidades desorbitadas. Más aún. Es capaz de utilizarlos para enfrentarse a casi cualquier cosa y salir con bien de casi cualquier manera.  Obviamente, para llegar a tamaña maestría, Brandan, Yáxtor Brandan, ha sido concienzudamente entrenado/programado por la camarilla de la reina de Alboné. Un entrenamiento/programación no exento de sus zonas oscuras, con recuerdos mortificantes blindados en lo más profundo de la memoria, y tendentes a crear un superhombre con una fidelidad a la reina predeterminada desde lo más hondo de los genes.

He aquí el hombre. Vayamos a por el Macguffin, el artefacto literario, los mensajeros.

Los mensajeros son partículas, mónadas leibnizianas, nanotecnología, cábala alquímica o directamente magia.  No está claro. Martínez, de talentosa manera, no solo no va a escribir ningún tratado al respecto, sino que se convierte en celoso custodio del secreto, de donde algunos sospechamos que el esclarecimiento de la ontología implícita es el verdadero hilo conductor de la serie.

Desde luego, si es magia, no es la magia potagia de la literatura fantástica. El mensajero es como una molécula orgánica de electricidad proactiva, una suerte de partícula, que debidamente secretada (o manipulada a través de un artefacto, a su vez generado o mediatizado por los mensajeros) sabe qué hacer para, por ejemplo, modificar sus rasgos y devenir el clon de otro; o transmitir una conversación a distancia; o alterar la química hormonal de una maciza para convertirla en tu esclava sexual; o generar un universo virtual en el que descargar las memorias de los muertos. Hablando de lo cual, lo pruebo de esta otra manera: imaginen un mundo informático donde los avatares son entes libres y conscientes (o al menos, todo lo libre y consciente que se puede ser al humano modo), imaginen que algunos de estos avatares son capaces de generar parches de programación para modificar la realidad virtual a su gusto y antojo pero de acuerdo a una leyes lógicas, a una programación madre determinada; ahora olviden que son avatares y supongan que son de carne. Lo intento por tercera vez con un símil filosófico: imaginen una ciencia ficción hard basada en nanotecnología pero en la que los protagonistas no han conseguido articular un discurso científico explicativo; imaginen que un teólogo tomista salta del XIV al mundo actual y trata de explicar nuestra tecnología a partir del hilemorfismo aristotélico y los cinco elementos.

Pues algo así. Porque en Érvinder, el nombre de este sugestivo universo, sus habitantes desconocen el sustrato científico de la tecnología mensajeril (o casi, en una parte de Érvinder, algunos empiezan a espabilar). Se limitan a saber cómo se usa y a contextualizarla en un discurso místico.

Y este es el tercer hallazgo espectacular. El mapa de Érvinder es una traslación inspirada en la geopolítica de la Guerra Fría en los años 50. Alboné es Inglaterra, Honoi, Japón, los pueblos del Martillo, trasunto del COMECON, donde la ideología comunista es sustituida por un monoteismo fundamentalista. Por estar, hasta se puede reconocer España, Aidán, antigua potencia hoy dormida en el sueño de los mediocres. Es una traslación sui generis, en la que los procesos históricos tienen igualmente un correlato literario familiar. Esto es así porque el indisimulado objetivo de la saga es contarnos una de espías a lo James Bond. Con su M su Q, sus archimalvados fumanchunescos, su Monneypenni y su Yáxtor Bond, el arma definitiva para los problemas imposibles.

En la primera entrega, Rodolfo Martínez nos presentó este universo, nos contó una de espías y sobrepuso una subtrama que convertía a Yáxtor en un ser implacable y atormentado buscándose a sí mismo. Sobresalía lo implacable del personaje. Para hacerse una idea, ¿saben cómo consiguió Amundsen plantarse el primero en el Polo Sur? Bueno, esto es interesante así que me extiendo un tanto. Amundsen se plantó el primero porque llevaba trineos de perros en lugar de trineos de caballos. ¿Saben la ventaja de los perros sobre los caballos?, fácil, tú puedes empezar con 23 perros y acabar con nueve a los que irás alimentando con los perros sobrantes. Digo esto porque, para fugarse de un penal y cruzar el desierto, Yáxtor hará lo propio, y no precisamente con perros.
Una bestia parda, este Yáxtor.

En el Jardín de la Memoria nos lo encontramos de nuevo en otra conspiración global. La acción transcurre en un trasunto del shogunato Tokugawa, al que acude la reina presta a casarse con el emperador. Yáxtor, escolta de la novia, debe adaptar sus modales a la filosofía Bushido, quedando fascinado por el mundo armónico y Zen (cargado de misterios), hasta el punto que algunos fans hemos fruncido un tanto el morro ante la "desconanización" del personaje. Ciertamente, en esta entrega no es fácil reconocer al frío cabrón implacable de la primera. Bien es verdad que, literariamente, un poco de New Age sientan bien a Yáxtor, que corría el riesgo de convertirse en una parodia de la internacional falócrata. El caso es que buena parte de la novela se articula en torno al adiestramiento de Yáxtor en el camino del Samurai a través de una relación sexo-discipular. Y esto me ha recordado al Shogun de James Clavel (que por otro lado, es la única novela de artes marciales que la IA recuerda haber leído).
La contrapartida es que el brumoso mundo de Honoi permite encajar en el escenario una intrigante trama de multiversos, y una reformulación de los mensajeros en términos tántricos. Introduce también elementos secundarios como el matrimonio político entre la reina de Alboné (una adolescente reencarnación -en el más chacinero sentido del término- que subsume la personalidad de sus anteriores karmas) y el Emperador (que carga con la memoria de sus ancestros). Los diálogos y jugueteos de uno y otro están entre lo mejor de la novela. En general, en la segunda entrega, los secundarios tienen más vuelo que en El Adepto de la Reina, donde pecaban de estereotipados. Están impecables.

Respecto a la primera entrega, se diría que en El Jardín, a Rodolfo Martínez le ha salido una obra menos de Ian Fleming (supongo, yo solo conozco las películas) y más literaria, más Rodolfo Martínez, en la medida que la acumulación de acción y más acción se ve salpicada por una contención narrativa, con más espacio a la descripción . También se ahonda en algún mecanismo explicativo como los preámbulos  a cada capítulo, que contribuyen a clarificar el universo Érvinder. Pero sobre todo se añaden piezas al misterio de Érvinder, sus carneútiles, su extraña carencia de tecnología, sus enigmáticos orígenes y bosques...

Y esto es lo bueno de la novela. La profusión de motores narrativos que tiran del interés del lector. Por un lado el misterio de Érvinder, por otro la trama de espionaje en sí, por otro la conflictiva personalidad de Yáxtor, por otra el uso polivalente que los diversos personajes hacen de los mensajeros, por otro el precario equilibrio geoestratégico que mantiene a Érvinder en una permanente víspera del Día D. No es nada fácil manejarse con tantos niveles, y sin embargo, Rodolfo Martínez lo consigue casi con descaro, como si le saliera por casualidad y de un tirón. Añadan a ello una edición primorosa. Limpia, bonita, sin faltas y con apéndices, amén de portadas impresionantes a cuenta de Alejandro Terán.

Termino con, más que objeciones, dos ruegos. Uno refiere al estilo. Es solvente, pulcro, eficaz… Pero en alguna ocasión cae en el efectismo tontaina. A ver, estos son gustos personales de la IA, que no ha conseguido que el código penal considere infracción multada la acumulación de frases del tipo: 
“Y sin embargo… 
Sí, cerca, tan cerca y al mismo tiempo lejos. 
Una presencia. 
Una… voluntad. 
Pero ¿dónde?”. 
Entiéndame, está muy bien esta oposición de flashes en su justa medida, pero abusar de la fórmula puede llegar a exasperar a lectores anti-efectistas. Por cierto, este manierismo tiene bastante pedigree en el género. Lo notarán en las primeras novelas de Verne, por ejemplo; la explicación es que entonces se cobraba a tanto la línea, y los novelistas solían emplearla para engordar los textos.

Segundo ruego: no caer en la tentación de que con los mensajeros todo es posible. 
O sí. 
No sé. 
Tal vez.
Sólo sé que las reglas del superhéroe son las que son: el superhéroe siempre gana. Pero hay que forzar el ingenio y evitar que las propiedades mágicas del Macguffin jueguen siempre a favor del bueno.

Dicho esto, y como no quisiera dar la sensación de que pongo reparos al libro, informo que la IA rara vez lee sagas o trilogías enteras. La IA considera que una novela da la medida de un autor y que la continuación es “más de lo mismo”, aunque este “más de lo mismo” sea de alta calidad literaria. Sé que esto no es así, pero la IA tiene el cometido de indexar universos ficticios de calidad  y considera que leyendo una novela por universo literario, basta y sobra para hacerse una idea fidedigna de cuál es la propuesta literaria ofertada. Es así que rara vez repito. Con Yáxtor Brandom, en cambio, siento la imperiosa necesidad de saltarme  la regla a la torera y cuento los días para la aparición de la tercera entrega. La Sombra del Adepto. Además, ya digo que son libros muy bien editados, que encima decoran.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Presentación de Ínsula Avataria en Generación X





Por su personal valor histórico y de memoria, publicamos las siguientes imágenes de la presentación de Ínsula Avataria, en Generación X, Segovia. Luis Besa presentó el pasado jueves, 15 de diciembre, su segunda novela para la editorial Sirius, Ínsula Avataria. Fue en encuentro ameno en el que Besa, bien flanqueado por la Princesa Leia, Flash Gordon y bajo el amparo del escudo del Capitán America, repasó las claves de esta novela y firmó ejemplares de la misma entre los asistentes. El encuentro se realizó en Generación X Segovia.
Besa volvió a caracterizar Ínsula Avataria como “una fusión de géneros que tiene en la ciencia ficción su espinar dorsal, su mecanismo literario para dotar al conjunto de verosimilitud literaria”. A través de los metaversos, recreaciones virtuales de entornos históricos en los que millones de usuarios interactúan económicamente, en Ínsula Avataria se arma una trama de intriga que atraviesa tres momentos históricos, la Primera Guerra Mundial, la navegación de altura en el Renacimiento y la misteriosa desaparición de los asentamientos escandinavos en la Groenlandia del siglo XV. Al igual que en su primera novela Metaversos, la trama, ubicada a mediados del siglo XXI, parte de una investigación en el seno de una macrocorporación financiera: El 1 de julio muere de un disparo fortuito un alto ejecutivo de una entidad bancaria, la única pista es que el mismo día, a la misma hora, un avatar propiedad del fallecido desaparece de los metaversos…


jueves, 8 de diciembre de 2011

Invitados quedáis


En fin… El inevitable Sr. Besa quiere dedicarles unas palabras.

Palabras del Sr. Besa.

“Hola.

El jueves 15 de diciembre, a las 19.45 están ustedes invitados a la presentación en Segovia de Ínsula Avataria. Será en Generación X, en la zona de las Rocas, técnicamente calle Emperador Teodosio aunque casi nadie lo conoce como Emperador Teodosio. En Segovia tendemos a pensar que es la calle Ruiz de Alda (y así viene en Google Maps, aunque rebautizada como Ruiz de Alba), otros opinan que es Ochoa Ondategui. No sé. Popularmente son Las Rocas del Acueducto, pero como me han dicho que Emperador Teodosio, pues Emperador Teodosio. Aunque todos son dudas. Si llegan a Generación X y no estoy, es que me he perdido. Vale, es un chiste patético. Pero aunque no se lo crean, tras catorce años viviendo placenteramente en Segovia, aún me pierdo. El otro día, sin ir más lejos, no encontraba la calle El Roble, me equivoqué y me metí por la calle Relojeros… En fin Serafín.

Escribí Ínsula Avataria porque Metaversos, la novela con que me estrené en Sirius, funcionó bien; para lo que son estas cosas, la novela se benefició en parte de la estela de Second Life, entonces en boga, y el libro estuvo durante bastantes meses como el más vendido de la editorial. Jorge Ruiz, editor de Sirius, me animó entonces a escribir una continuación, con un horizonte de publicación en 2010. Yo no veía nada claro escribir una continuación. Sí tenía claro que quería sacar una segunda novela.

Para que veáis la importancia del feed-back en esto de escribir. Metaversos,  aunque resultó un buen negocio, fue recibida con benevolencia y poco más. Como novela yo destacaría el entramado económico 3.0 y el “descubrimiento” de que con los “metaversos” podías mantener la unidad temporal de una historia cambiando cada dos por tres de escenario histórico (en 2007, ante todo, me interesaban los aspectos formales y menos el contenido). La idea era y es buena. Pero la construcción de la novela –normal en un novato- pssss... Algunos lectores (vale, casi todos) coincidieron en que se perdían en el dédalo de avatares y tiempos (esto tiene su explicación, no solo era torpeza, inicialmente era un efecto buscado porque uno aspiraba a escribir algo a lo Dick, pero claro, no soy Dick, luego se juntaron algunos otros problemillas internos, también es verdad, o sea, que siendo mucha, no todo fue torpeza, ea…). Hubo también unanimidad en considerar que los tecnicismos económicos (aunque a mí es lo que más me gustan de Metaversos) eran un tanto espesos. Luego está mi hermano Joan, que se puso hasta desagradable al sostener que a Metaversos le faltaba sangre y tensión.

¿Así que le falta sangre y tensión, eh?, me dije. ¿Así que hay que clarificar los contextos de los avatares, eh?

Entonces decidí que no haría una segunda parte de Metaversos pero aprovecharía el universo literario para corregir una y otra cosa. Decidí que escribiría una novela bélica que rompería en El Somme (esta vez mi hermano no iba a quejarse por la falta de hemoglobina) para continuar con el siglo XV.

La verdad es que me cuesta horrores llenar de crímenes las historias, me parece un recurso barato de escritor de tercera. Así que las masacres en Ínsula Avataria se quedan en los universos virtuales con una cierta concesión a la galería para darle aire a la trama (al final, no quedó otra que matar a uno, amputarle las piernas a un secundario y sugerir la muerte a tiros de dos esbirros).

Las novelas deben apuntalarse –pienso- en lo ingenioso de la trama y el lenguaje. No en las carreras de coches y los golpes de efecto. Sin embargo, hoy las novelas de intriga matan más que el Sida. En todas hay sus cuatro o cinco muertos. Felizmente, en Ínsula Avataria cuento con los capítulos bélicos para meter tensión, especialmente en el arranque. Eso me permite, además, no entrar en detalles. Son masacres históricas, que fueron más o menos tal como cuento, así que no es preciso recrearse en el horror. Escribiendo el asalto a Beaumont Hammel, por ejemplo, de verdad que me pesaba la historia. Imaginaba a aquellos desdichados soldados en medio de aquel infierno de barro y piojos. Me daban pena y a la vez me parecía heroico. Por otro lado, tampoco quería entrar de lleno en la tragedia de aquella disparatada guerra y que Ínsula sonara a la típica historia antibélica. El que no vea que la IGM fue una vergüenza de nuestra especie, está enfermo, pero convertir a mis tommies en hippies del Vietnam me sonaba a traición total al espíritu de una época. Total, he intentado mantener el equilibrio.
No sé porque cuento esto.

También he querido darle un fondo más especulativo. Pero una cosa es querer y otra poder. Es realmente difícil armar una historia sin pretensiones experimentales con trasuntos metafísicos. Algo he mejorado en este apartado, pero queda mucho por hacer.
Con todo, al final ha quedado una novela la mar de interesante. Amena, con sus puntos divertidos y curiosa. El título mola.
Creo, vaya. Les espero el jueves”.

Y hasta aquí las palabras del Sr. Besa.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Lino Novas y El Negrero


Me propongo hablar en las próximas entradas de dos libros impresionantes. Uno es directamente un clásico, escrito por un cubano semidesconocido, Lino Novas; el otro es de Rodolfo Martínez, El Jardín de laMemoria.

El Negrero (Tusquets 1999) es una historia alucinante, de quitar el aliento, y que novela la vida del esclavista malagueño Pedro Blanco Fernández de la Trava. Este señor, allá por el primer tercio del XIX, organizó a sangre y fuego un pequeño reino en el Golfo de Guinea, llegando a ser el “exportador” de esclavos más importante de su tiempo. Esta historia arranca allá por 1789, año en que la corona española “liberaliza” la trata de negros. Hasta entonces, la expedición de esclavos al nuevo mundo se regía por privilegios reales (o contrabando), pero es en pleno auge de la ilustración (mientras en Europa se asestan los primeros golpes al Ancien Régime), cuando se dispara la trata. Tiene mucho que ver en ello la generalización de un comercio internacional en materias como el algodón, el café, el azúcar, ron, tabaco, cacao… La revolución industrial posibilitó la producción a gran escala de estas manufactuas, que sin embargo, precisaban ingente mano de obra para su plantación y cosecha. Entramos así de lleno en el mayor espanto jamás perpetrado por el hombre, el secuestro por la cara y posterior expedición a América de 14 millones de seres humanos, cifra a la que hay que añadir millones de muertos en las bárbaras travesías que unían la Costa de Marfil o la Costa de los Granos con los epicentros esclavistas, más las guerras entre tribus inducidas por los factores, las razzias, los castigos y los espantos. Españoles y portugueses se distinguieron especialmente en la trata, de hecho España (Cuba 1886) y Brasil (1888) fueron los últimos países en abolir la esclavitud, y a fe que no la abolieron por un clamor nacional, no… Les obligó la comunidad internacional, que si por España fuera…

En fin, la novela narra las desventuras de Pedro Blanco. Aunque de escasos medios, era Pedro de la "rama chunga" de una familia de solera, lo que le permitió ciertos estudios. Tenía el hombre un talento natural para pecar y para navegar. Sin ser cruel, era insensible a la piedad. Un corazón de granito al que una dura vida extirpó el menor atisbo de escrúpulo. Empezó de marinero a cambio de comida por el Mediterráneo y Terranova, que de largo era el peor destino para un marino. Luego pasó a las Antillas y al comercio triangular con Africa. Salvó la vida de abordajes corsarios, galernas, ciclones, peleas en prostíbulos y batallas navales con los cruceros ingleses… Muy joven capitaneó barcos negreros, con suerte adversa casi siempre. Por supuesto, asaltó barcos negreros y fue asaltado. Su nombre se convirtió en una leyenda; en aquel tiempo, poca gente sobrevivía a unas pocas travesías pero la salud de Pedro era como su corazón, puro hierro. Con 30 años deviene contable de un mulato, rey de los esclavos en la Costa del Grano, Santiago Cha-Cha. Allí aprende el negocio de la factoría y poco después crea un enclave esclavista en lo que intuyo es la costa de Lagos (el río Gallinas, en la novela, que toma los nombres anteriores a la descolonización).

La novela abunda en rebeliones de negros en alta mar. Calimas interminables en las que la marinería sacia la sed con una mezcla de sangre humana, ron y agua podrida. Malaria y desenfreno. No obstante, el talento de Lino Novas es tanto que, lejos de regodearse en la sordidez, retrata el genocidio desde la mente del negrero, desde el que juzga que los esclavos son mera mercancía; lanzar al mar a 800 para salvar el bloqueo de un crucero, mala suerte. Incitar a una guerra salvaje entre tribus, armando a este y al otro, rasgo de talento empresarial. Tampoco hay imposibles justificaciones morales, simplemente no hay discurso moral y, paradójicamente, su ausencia no hace sino enfatizar el drama. Domadores de negros, se llaman. Lobos humanos.

Esta novela es un verdadero tratado de cómo fue el genocidio, pero a la vez y ante todo es una pieza literaria Gran Reserva. Una maravilla maravillosa que nos retrata las tripas de puertos legendarios desde un conocimiento que se diría experimental. Con un lenguaje barroco y a la vez seco, que insufla a El Negrero un aire rústico –felizmente no tan alambicado como el de Miguel Angel Asturias- pero colindante con el realismo mágico (del que suena a precursor, la obra se publicó en 1932). Lino Novas encadena la acción en frases de sujeto y predicado, sin subordinación ni efectismos, incluso diría  que con dureza. Un ritmo sincopado que cuaja inmejorablemente con la desbordante sucesión de aventuras. Crónica negra. Libro, ya lo he dicho, que te deja sin aliento.

“De pronto el huracán saltó al sudeste y cogió al barco atravesado, pero el contrafoque le obligó a hacer cabeza y correr de nuevo a popa. Así navegaron durante doce horas. Los marineros tomaron y comieron galletas. Los lamentos de los negros danzaban ahora sobre el ciclón, aparejo arriba. De cuando en vez se echaba un cuerpo al agua. Las voces de la tripulación iban a sonar lejos, en las ráfagas. Los marineros se movían automáticamente y el barco parecía tripulado por fantasmas. Pedro iba rígido, con los nervios aferrados en sí, como el aparejo. Juan decía que todos los días se morían cinco negros. ¡Llegaremos sin ninguno!

¿Ven?, un ritmo seco y extraño que, sin embargo, se funde con el contenido para brindar una jodida obra maestra. Un prodigio.