martes, 28 de febrero de 2012

Viaje al purgatorio de Ramón de Perellós (y4)

El tractatus de Henry de Saltrey

El lugar al que llegó Ramón de Perellós es la Isla de la Estación, en el lago Derg. Desde el siglo XI acoge el monasterio católico del Purgatorio de San Patricio, un lugar aún hoy de devoción y que, fiel a su tradición, organiza peregrinaciones penitenciales. La zona está escasamente habitada, concentrándose la población en el pequeño pueblo de Pettigo, que se extiende a uno y otro lado de la frontera con el Ulster. Pettigo podría ser perfectamente la villa de Procesión que cita Perellós como última etapa antes de su llegada al monasterio. Al menos el significado inglés del nombre parece revelador ("Pity go").  Desde Procesión y orillando el lago en dirección sur llegaríamos a la actual aldea de Ballymcavany, desde donde parte un ferri al monasterio y desde donde posiblemente se embarcó el vizconde.

Hay cierta controversia sobre si la Isla de la Estación (Stationisland) es la isla original en la cual Dios reveló a San Patricio una cueva de entrada al purgatorio para facilitar la conversión de los druidas y reyezuelos. El lago Derg está cuajado de islas e islotes. Lo cierto es que del siglo XI y hasta 1687 el monasterio acogió peregrinaciones anuales de manera más o menos ininterrumpida. Hasta 1467, al parecer y previa bula o permiso arzobispal, existía la posibilidad de visitar la cueva. Ese año, la denuncia de un fraile al sentirse estafado por no encontrar absolutamente nada en la cueva, forzó el tapiado de la cripta (aunque como digo el monasterio siguió siendo un centro de peregrinaje de la mayor importancia). Posteriormente se retomaron las romerías penitenciales aunque no se han consignado excavaciones en el lugar que pudieran aportar más datos. La cueva no está abierta al público y el visitante actual debe conformarse con una pared de roca.

Posiblemente la fama del lugar se iniciara como tierra de eremitas (los eremitas irlandeses llegaron a Islandia antes incluso que los vikingos) y se aureolara con la leyenda de ser el lugar en que san Patricio encontró la entrada al purgatorio. Corresponde al monje Henry de Saltrey devenir el gran apologeta del lugar. Entre 1180 y 1184 el monje escribió el Tractatus de Purgatorio de Sancti Patricii, obra en la que referían las aventuras del caballero Owein, que unos 50 años antes accedió a la cueva y penetró en el purgatorio. Se trata de una de las primeras referencias al purgatorio católico y tuvo un gran éxito. Hay más de 30 versiones del Tractatus y se han consignado unos 150 manuscritos. Como se verá, las andazas de Perellós por la cueva solo difieren en pequeños detalles respecto al canon fijado por Henry de Saltrey.

Una explicación históricista apela a la costumbre druídico-celta de habilitar sótanos naturales a modo de estancias de curación, una suerte de saunas -lugares de sudación- para eliminar toxinas de modo natural. De cualquier modo, la equiparación de purgar enfermedades con purgar pecados me parece muy sensata a la hora de explicar de dónde se saca Saltrey la idea del purgatorio. Otra opción es que fuera un espacio penitencial de índole espiritual.

Teológicamente, el purgatorio es una novedad del siglo XIII. Con anterioridad, la existencia de un "paso previo" entre la muerte y el cielo, donde el pecador se libra a una suerte de prueba de fe, se entremezcla con las leyendas y vagas referencias bíblico-mitológicas. A juicio de Le Goff, corresponde a San Agustín la ambigua postulación de un espacio temporal en el que el difunto "purga" sus pecados. La idea se mantiene en un estadio preconceptual hasta que, según Le Goff, surgen en el siglo XII diversos escritos que narran las peripecias de las almas en el purgatorio, vinculándose esta tradición con el culto a los difuntos (que data del siglo XI). Entre estas narraciones sobre destacan la Vita Sua, de Alberico de Setefratti, que recoge las visiones de la madre Guilbert de Nogent, y el texto de Saltrey, destinado a ser el que más importancia tendrá en la difusión popular del purgatorio. A lo largo del siglo XIII la escolástica va puliendo el aparataje  y su posterior articulación como un espacio teológicamente estructurado e incorporado a la ortodoxia católica. En los primeros años del XIV, el genio de Dante se encargará de fijar el purgatorio al imaginario europeo.



Casi un siglo después, Perellós llega al origen de la leyenda. Es recibido como un gran señor y se le exhorta por pasiva y por activa a abandonar la empresa, dado el gran peligro que supone; la mayoría de los que han entrado no han salido. En vistas del empeño del catalán, el prior del monasterio da su brazo a torcer, aunque antes que franquear la entrada a la cueva el vizconde deberá cumplir una serie de ritos. Tras pasar la noche en rezos y al alba, el caballero es trasladado en procesión a la puerta de la cueva. El prior informa que mañana, a la misma hora, volverán para recogerlo. Dicho esto, invita al vizconde y a un caballero inglés a entrar en la gruta. Después, la puerta se cierra.

Continua en: y 5

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